07 julio, 2011

Zazen




Soy budista, pero me gusta practicar ZaZen. Sola.

Sin ninguna voz guiándome, sin ningún sonido. Silencio.


El Zen es libre. Es libertad; no hay dogmas, ni reglas, ni imposiciones, ni filosofadas; no hay Dios, ni personal ni celestial; no hay nadie para salvarnos, nadie murió para salvarnos y nadie lo hará; solo está nuestra mente.


El Zen es un viaje personal, único, intransferible, la mente nos libera o nos encadena, todo es mental. Más allá de la mente, no hay nada. Pero no, no es nihilismo. Es otra "nada", es difícil de explicar, entender, comprender.


Cuando se quiere entender ese "nada" abrimos la puerta a la ignorancia, la ignorancia de desconocer que es todo fenoménico, la ignorancia de creer que la mente es lo más importante dentro de nuestro ser. No solo hay que "matar" al ego, también hay que hacerlo con la mente. Ella está sobrecargada de absurdos ideales, de ilusorias metas, de necias enseñanzas, de deseos sin sentido, de vanidades que nos envilecen, de proyecciones insanas y de comportamientos vesánicos que entran en la normalidad del día a día.


El Zen te enfrenta con esa basura psicológica que llevamos ya grabada en nuestra psique.


Me han dicho a veces que es absurdo mirar un punto en la pared, sentada a unos palmos de esa pared. Pero no es absurdo,


¡¡¡mirad y ved!!!


Lo que veáis, es lo que sois.


El punto de la pared os mostrará vuestro interior, no os consolará por ser estúpidos, pero tampoco os humillará por serlo.

El punto no os ensalzará, pero tampoco os hundirá.

El punto no os dará amor, pero tampoco odio.

El punto no os juzgará ni os condenará, ni es juez ni verdugo, solo es lo que sois.


El punto no es la apariencia que deseáis vender a los demás, es vuestro peor y mejor reflejo.


En el punto, me veo, me proyecto, me amo o me odio, da igual, simplemente soy. Y estando en ello, rio o lloro, qué más da. Buscando el no soy.


Y sin embargo... no hay nada.




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